martes, 29 de junio de 2010

Se hace mayor.

Nunca pensé que la echaría tanto de menos y más aún, si hace apenas unas horas que se fue, pero es de noche, y puedo poner música en mi habitación sin que le moleste y eso lejos de gustarme, me asusta: no está y no volverá definitivamente. Ella se hace mayor, veo como se va de casa, sigue sus sueños, el camino que siempre tuvo presente y del cual nunca se ha desviado. Empaqueta sus cosas, no temporalmente, porque sé que este es el primer paso para despertarme sin ver su cara cada día, sin pelearme con ella porque le cogí algo o estuvo en mi cuarto saqueándome. Echaré de menos que me cure cuando esté enferma, irnos de compras tan a menudo, alquilar películas ridículas de amor mientras comemos bombones o que como una amiga hablemos en la cama de la vida y sus problemas.
Ella siempre ha sido infalible, incondicional, siempre está en la batalla, porque es una guerrera. Lucha por ella y por mí, porque siempre es mi escudo y yo su espada, por eso la quiero, porque es un ejemplo y uno de mis mayores motivos por los que sentirme orgullosa.
Él ya se fue, también se hace mayor, aunque para mí, siempre ha sido mayor. Siempre ha sido mi padre, por eso no me extraña que ahora cuide de su futura familia. Él sabe como cuidarse, porque así lo ha hecho siempre con él mismo y los demás. Le echaré de menos por mil motivos, pero sé que no me necesita. Por eso hablo de ella, porque aunque tenga ocho años más que yo, seguirá siendo mi hermana pequeña de la que tengo que cuidar siempre y prometo que así lo haré. Que nunca le falte con quien llorar y alguien que se alegre por sus victorias, que le siga hasta el fin del mundo, para que la soledad no le atosigue, por ella llego hasta donde me lo pida.
Nunca me ha dejado sola, se lo debo.




miércoles, 23 de junio de 2010

Tengo cuatro alas.

Tengo cuatro alas, por si dos no me bastan. Tengo más motivos para tocar el cielo que el infierno, la balanza ha dado su veredicto mi destino es el infinito, y lo siento, porque me elevo hasta las razones que otros me dieron y yo nunca creí. Un abanico imposible de posibilidades que se alternan como una ruleta rusa de inmortalidad clandestina que hoy me dispara. Escondo en los albergues más mugrientos de mi alma la poca fe y el destino, que siempre se ha refugiado en la sonrisa más cruel, que cobarde por la espalda y durante la madrugada me recordaba lo que no podía ser. Ahora es ese momento llamado “algún día será” y cansada de no atreverme a entrar al tren que siempre pasa sin hacer paradas, hoy me aferro al eslabón ya no tan perdido que me une con mis sueños.