miércoles, 30 de marzo de 2011

No volveré a sentirme extraña aunque no me llegue a conocer

Saltar una piedra no es simplemente un trabajo muscular, requiere paciencia, persistencia, ambición, coraje y optimismo y es solo un instante, es tan solo un momento, en el que nos sentimos capaces y nos impulsamos. No puedo dejar pasar esa milésima en la que me siento tan grande, que creo que puedo cambiar mi vida a mi antojo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Shhh...

Mis pestañas se pelean y se niegan a entrelazarse entre hilos que me sumen en la inmensa negrura de los sueños. Como antagonistas, la gran ola que adorna el párpado no quiere bañar la costa de mi lacrimal y así me mantienen en alerta, volviendo rojo mi iris de desesperación. Me niego a ver el mundo, solo quiero inventármelo con ojos cerrados y que mi imaginación arregle los desatinos voraces que me rodean, sin embargo, bajo un enigmático plan que no atino a desenmascarar, la vida me persigue para que me meta en ella y no me evada de su pentagrama. Sin darme cuenta ya formo parte de la hegemonía de la homogeneidad y cuando quiero salir, aunque sea en quimeras, mis ojos no se cierran y me dejan descansar.

  

martes, 22 de marzo de 2011

Vaivén

No será ningún “pero” ni ningún “pues es que” el que rebata la certeza más absoluta e inapelable que existe: tus pies nunca pueden descansar. Tienen ese temblor que hace sísmica mi vida, que derrama todo los vasos de la mesa y que acuna cada uno de mis sueños. Podré decirte mil veces que los dejes dormir, que de vez en cuando quieren dejar de dar esos incesantes botitos que desesperan a cualquiera que hagas moverse a tu son, pero la verdad, que tus pies en su hiperactividad, marcan el ritmo de mi corazón. Reconozco que de vez en cuando entorpecen mi calma, pero no hay tranquilidad mejor desaprovechada que con la epinefrina que desborda tu pálpito. Cuando estás en ebullición, revuelto, entusiasmado, con ese inagotable chachachá, cuando mueves tus pies, entonces, alegras mi vida. Y es cuando cierro con fuerza los ojos, no en cabreo, sino en obstinación y deseo con cada pestaña y arruga que me verás salir, que nunca, jamás pare el alboroto de tus pies.