miércoles, 19 de septiembre de 2012

Matilde


Eran sus ojos cristal, los ojos que aún cuando cierro los míos, me acompañan. Era su pelo, de un color que tras los años se me antoja rojizo, su manera de resolver con atajos los desbarajustes de los que la rodeaban. Su esmero en cada nudo de crochet, sus recetas que hoy cocino, el olor a café de su casa y las novelas de mediodía. Era ese pilar silencioso que sujetaba cada vértebra de mi madre y que solo hoy soy capaz de admirar. A pesar de su menudez era inmensamente comparable a un remanso de paz cuando me peinaba. Solía quejarme de sus coletas y los lazos que me ponía y hoy pactaría con el diablo porque me devolviera una caricia. Cuando ella partió lo primero que dije fue “abuela está en el cielo” y ahora me doy cuenta que no fue al cielo, sino que su entrada inauguró un paraíso dando la bienvenida a un ángel. Sé que era mi sombra porque la fuerza de los momentos duros sale de una parte mía que le pertenece. Nos regaló sus ojos, pero sobre todo, creó a la mejor madre que podría tener y que aprendió de ella a ser loto que flota en las adversidades.  


domingo, 3 de junio de 2012

No me apetece.


Puedo llenar los tropiezos con lecciones aprendidas, puedo hacer crecer la hierba donde antes había dudas, puedo sin quererlo rimar tus errores y dejarme los pulmones entre sueños y desvelos. Puedo perder mi raciocinio y malgastar mi tiempo en inversiones, puedo restaurar las enmiendas y salvar los suicidios del crack del 29. Puedo mentirme y decirte que no me importa, que los espacios vacíos se llenan con historias rotas. Puedo creerte aunque no encuentre verdades, puedo mirarte sin que me de lástima que se derramen gota a gota nuestras copas, puedo escuchar tu voz aliterando mi prosa, camuflando cacofonías y descodificando sinestesias. Puedo imaginarme caminando de tu mano aunque ahora solo me encuentre agarrando los hilos de una cuerda que se rompe, puedes corromper mi integridad para no dejarte escapar y que te cueles entre los trozos que has dejado. Puedo perder el sueño imaginando lo que fue, puedo tener pesadillas también con los recuerdos. Puedo contarte una historia convincente de una isla en medio del mar en un futuro llamado inexistente. Puedo mirar amaneceres, puedo verte en cada luna. Puedo correr por el asfalto buscando unas huellas que jamás marcaron un camino o puedo decorar la casa que nos escondería del mundo. Pero ¿sabes qué? Ya no me apetece.  


martes, 8 de mayo de 2012

Proceso de aprendizaje.

He visto síntomas claros en mi vida de que me estoy haciendo mayor. Me gusta beber vino, el café de sobremesa, cenar temprano y tomarme una infusión antes de dormir. Disfruto de los paseos, cada día aborrezco más las tecnologías y sus triquiñuelas para emborronar la realidad, trato de comer bien y de no quemarme con el sol. Sin embargo, sigo sintiéndome perdida ante algunas situaciones, la vida me sigue mostrando que me queda mucho por aprender, y que aún soy una niña. Quizás no somos conscientes de lo que somos capaces de hacer hasta que no nos sometemos a una situación límite que nos provoca, nos tienta y nos pone a prueba. Sé que dentro de mí hay una mujer que se come el mundo, aunque permanezca escondida, cómodamente sentada, contemplando las idas y venidas de mi parte más mundana. A pesar de eso, cuento con ella para saltar las piedras del camino y me alegra saber, que en este instante de mi vida, ha decidido hacerse cargo de mí. Ahora me doy cuenta que asumir una derrota no es sencillo. Ver que todos tus castillos se desploman, aplastando una parte de ti. En muchos momentos no existe consuelo y esto me hace pensar, que si no hay palabras que curen un alma (a pesar de que creo que no existe nada más poderoso que la palabra), es porque en la vida, todos debemos experimentar ciertas situaciones. Me consuela saber que es parte de mi aprendizaje: hay que saber decir adiós. Ese adiós, de manera inherente, guarda en un cajón de nuestro pasado a una persona, pero el pasado no debe pesar ni tampoco pasar desapercibido. Los recuerdos tristes del pasado refuerzan situaciones felices del futuro y consuelan los momentos duros del presente. Aunque a veces cueste darle protagonismo al tiempo, que depende de su antojo, corre o se relentece,  siempre funciona como barómetro. Nos da espacio para sobreponernos o nos recuerda lo felices que somos cuando vuela. Creo que es momento de dejarlo pasar y ver hasta donde me lleva.
Dicen que en los momentos de crisis, hay que dar paso a lo nuevo, reinventar, dar lo mejor de ti. Así que es tiempo de marcar un punto de inflexión, caminar y no regocijarme en quejas. 





jueves, 12 de abril de 2012

Los tacones de mamá

Recuerdo escuchar cada mañana los tacones de mi madre por el pasillo. Un día me confesó que sobre ellos se sentía más segura, más guerrera. Esos centímetros de más le permitían ver el mundo desde otra perspectiva, como quien se asoma a un balcón y ve las coronillas de las personas que ajenas pasean por la acera. "Desde allí arriba se debe respirar mejor" pensaba, y por la cara que ponía mi madre cuando los llevaba, estar sobre ellos supondría algún tipo de felicidad mística femenina. Su paseo elegante por cada pasillo que atravesaba le recordaba que cuando pisaba, sus huellas debían ser imborrables. Siempre me decía que uno de los sonidos que más le gustaba era el tac-tac-tac de sus preciosos tacones y con el tiempo se ha convertido en uno de mis mayores placeres. Mi madre es esa mujer que cuanto más años tiene, más bella es. Tal vez porque la experiencia ha curtido en cada uno de sus gestos un suspiro de admiración en cualquier persona que la conoce, de hecho, mi madre ya no necesita tacones para ser más grande, porque sus pasos llenan cualquier espacio vacío (y arrebata los que ya están llenos). Me encantaría que ella se diera cuenta de lo bonita que es cuando despierta sin ellos, cuando cuida sus plantas con calzado plano o cuando la descubro concentrada leyendo en zapatillas de levantar. Echo de menos sus pasos, pero cuando algo se tambalea en mi vida, solo tengo que ponerme mis tacones e imitar sus andares para recordarme que puedo ser tan invencible como ella me lo parece a mí.


lunes, 12 de marzo de 2012

Entre sábanas


¿Cuándo me di cuenta? Supongo que cuando mi cama de 90 me quedó grande. Había dormido a mis anchas, desplegando mis alas y ocupando todo el vacío que quedaba entre las sábanas, quizás porque así me sentía menos sola. Ahora, sin embargo, por mucho que me expanda siempre quedan huecos por conquistar que solo tú llenas. Cuanto más cerca de ti, mejor. Antes, la cama era la excusa para soñar, ahora el sueño es verte en ella.  

lunes, 27 de febrero de 2012

Soñar

Cuando descubres algo importante en tu vida y crees que puede ser útil para la de los demás, es tu deber compartirlo y sanar las posibles incertidumbres o vicisitudes de otros que como tú, en algún momento han pasado por lo mismo, sin aprender la lección o quizás sin encontrar ninguna solución. Hablo de los sueños perdidos de nuestra infancia y sin remontarme a épocas que ahora se me antojan lejanas, los que cada día construimos con un café en la mano o en los impertinentes segundos antes de dormirnos, donde se nos ocurre la frase que en ese momento no supimos pronunciar, la historia de tu futuro libro o la posible solución a la paz mundial. Ese momento en el que nuestra mente se revuelve en la cama libre de rutina y comienza a soñar. A soñar con lo que no nos creemos capaces de conseguir o peor aún, con lo que creemos que no merecemos. Durante mucho tiempo pensé que estaba curada de esa enfermedad que padecemos todos, la de cortarnos las alas y vernos incapaces de palpar los deseos y materializarlos. Ahora resulta que me doy cuenta que he dejado de lado las utopías, quizás por comodidad o por considerar que aún no es momento para realizarlas y creo que he cometido un grave error. Soñar es más que imaginar tu futura casa, tu familia o tu trabajo. Soñar es crear cada día una nueva y perfecta pincelada del cuadro que llevas pintando desde que naciste. Es creer que todo lo que desees será tuyo con tan solo pedirlo. Que eres tan dueño de la abundancia como el rico, pero tal vez te has perdido en premisas considerando que el camino a la riqueza es exclusivo y único. Quería despertarte, como acabo de hacerlo yo de mi letargo y animarte a que sueñes con tener todo aquello que ansías, porque lo mejor de todo esto, es que si eres capaz de hacerlo con todo el énfasis de tu corazón, es cuestión de tiempo que aparezca en tu vida con más magia de la que crees. La vida es perfecta en tanto en cuanto, tú seas capaz de imaginarla perfecta.

viernes, 10 de febrero de 2012

Fondo común

Pagaría por tu tiempo, para que solo sea mío. Pagaría por los segundos libres de tu vida, los metería en un fondo común de inversión, donde ambos seamos los propietarios y gestores y acumulemos horas. Me debes una cuota mensual a pagar a largo plazo, quizás, durante toda una vida.

domingo, 22 de enero de 2012

Luego no digas que no te advertí.


Llega el fin del mundo y nos pilla desprevenidos. Hemos obviado las insistentes señales del planeta, que se despereza de un letargo de continuo maltrato y ahora nos sorprende ver que responde con saña a nuestra atadura y nos somete a tremendas palizas de mareas y tempestades. No sabíamos donde está el límite y aunque probablemente aún no lo hemos alcanzado, pronto llegaremos al punto de no retorno y ¿luego qué?. Luego señalaremos al de al lado y diremos que no hemos sido y que de haberlo sabido, otro gallo cantaría. Esta es la misma canción de siempre, lo vemos venir pero preferimos mirar hacia otro lado. Las historias para no dormir no acaban y poco hacemos para cambiarlo.  

viernes, 13 de enero de 2012

Gracias


Se me olvidó darte las gracias por compartir conmigo el 2011. Gracias a los que estuvieron lejos y sin embargo los sentía cada día en mi vida, a los que estuvieron cerca y me regalaron su tiempo y sus oídos. A los que me recordaron que yo podía hacerlo, a los que me pararon los pies cuando iba a caerme, a los que respetaron cada una de mis decisiones dejándome la autoría y el aprendizaje de mis errores. Gracias por regalarme esos momentos en los que no podía parar de reír, gracias por compartir conmigo esos momentos en los que no podía parar de llorar. Gracias a quienes me contaron secretos, a los que me hicieron cómplices de sus vidas, a los que me echaron de menos y me hicieron sentir especial. Gracias a los huevos kinder que me han regalado para alegrarme el día, a las fotos, los eternos cafés, las noches en vela y las tardes de cine. Gracias a los que han convertido Barcelona en mi casa, los que han hecho de este lugar mi vida. Gracias al invierno bajo mantas y al verano desnudos en la playa. Gracias por las miradas de un segundo que recomponen el alma, gracias por la llamada a tiempo, los ánimos para el examen o prepararme la comida. Gracias por las tardes de compras, las sesiones de maquillaje y peluquería. Gracias a las personas que me han enseñado parte de su país en miles de charlas. Gracias por ofrecerme tu casa y venir a la mía. Gracias a los que vinieron desde lejos para verme y los que me hicieron volver a casa cuando la distancia pesaba. Gracias a las personas que con su acento me hacen sentir en mi tierra y a los que con su idioma me enseñan cosas nuevas. En definitiva, gracias a todos los que han hecho este año especial y los que siguen para convertir el 2012 en algo mágico. 

miércoles, 11 de enero de 2012

Rococó.

Soy terriblemente egoísta, no quiero que regales ningún otro suspiro que no sea dedicado a cada poro de mi piel, a cada cabello que reposa en tu lecho cuando me marcho después de una noche de revolución, de tráfico y glorietas llenas de curvas sosegadas. De peleas con tu dulce contrincante, con tu compañera de inmortalidad y éxito. Soy una depredadora atroz que no deja a su presa descansar ni un solo segundo, que no libera ningún aliento de concordia, que no deja deambular ni un solo instante su nombre fuera de la mente. Quiero que seas esa soledad que llena cada recoveco aristado y enmarañado de mis entrañas. Quiero que seas el ángulo nonagésimo que sujete cada precipicio veleidoso que me atemoriza con su futuro desplome. Que seas esa impune rosa que orgullosa crece entre aguijones y clavos, que me salves de cada estoque, de cada diestro matador, de cada lamento victorioso que amedrenta mi razón. Te siento como la dovela central que no permite que mis curvas se precipiten, que mi arco lance flechas dominadas por la gravedad angosta que te hunde contra el pavimento. Te quiero sobre mí siempre, excepto cuando estés empujándome al sempiterno cielo, para luego aferrarme de la mano y guiarme por las rutas que solo tú has paseado.