Dejé de contar porque dejó de importarme el tiempo. Aprendí que solo con el tiempo y sumergida en cada embrollo de su inmortal presencia dejaba de ser. No puedo evitar anhelar aquellos momentos idílicos que superan las utópicas fantasías irrealizables y que nunca pasaron pero que se repiten una y otra vez en mi memoria, alzándote al panteón envejecido de traiciones, ambrosía y desamor. Nada es más redundante que tu remembranza, apareces como un fantasma encadenado en mi castillo de escombros y me atraviesas. Te arremolinas en mi pelo y en mi paciencia y te escabulles de cada adiós con pretérita maestría. Ya lo sabía, eres un genio sin Nobel y aún así me sometí a tus encantos desabridos y monótonos que por momentos y en mi cordura se alejan de mi entelequia pluscuamperfecta. Siento mentirme tanto como engañarte, pero no sales de mi ficción, esa que más que de Óscar, es un show.
Eres maravillosa
ResponderEliminar(y por mi bien espero que esto no haya sonado a cursi-estúpido-odioso)
pero hay verdades que se tienen que decir antes o después
de
todo.
:D