No me gusta la esperanza, me parece una palabra con doble
filo. La esperanza no es otra cosa que esperar a que eso que quieres que
suceda, ocurra sin más. La esperanza es mantenerte sentado esperando que lo que
deseas aparezca en tu vida por algún acto karmático, divino o por alineación
estelar. Creo que la peor condena que nos podemos imponer es esperar,
considerar que por nosotros mismos nuestros anhelos no pueden hacerse realidad
y que por ello nos mantenemos con esperanza, deseando que tarde o temprano
suceda. Prefiero la palabra “constancia”, “lucha” y “trabajo”, todo este
paradigma implica un movimiento, una acción. No me tomen por una loca utópica
que piensa que todo depende de nosotros, hay muchos factores alrededor nuestra
que condicionan el éxito de nuestras acciones, sin embargo sé, que en ese
proceso en el que tratamos de cumplir nuestros sueños, podemos aprender
muchísimo más y podemos conseguir el triple de cosas que lo que implica el
sueño en sí, así que si no lo conseguimos, habremos enriquecido nuestra vida
con maravillosas experiencias. Nuestros sueños nos pertenecen, nos hacen únicos
y marcan nuestro camino distinguiéndolo de entre el resto de sendas, si tenemos
claro los sacrificios que implica llevarlos a cabo y que tras un esfuerzo
existe una recompensa, más duros seremos en la batalla. He aprendido durante
estos años que el mayor regalo lo obtenemos luchando, poniéndonos a prueba y
sabiendo que podemos superar nuestros límites continuamente. El objetivo de
conseguir un sueño no es solo el mero hecho de obtenerlo, sino el saber que
hemos sido capaces de hacerlo.
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