miércoles, 9 de noviembre de 2011

Desdoble de personalidad.

Antes que nada tengo que pedirte disculpas por no aceptarte tal cual eres. Sé que es difícil convivir con una persona con un humor tan cambiante y que te exige cada día que des lo mejor de ti misma. Sé que debe ser agotador tratar de sonreír continuamente y que no te permitan el lujo de vez en cuando de llorar si te da la gana. Puedo entender que tu trastorno de tirar las cosas por el suelo se lleve mal con el de tener todo perfectamente ordenado y que eso muchas veces te lleve a un conflicto contigo misma por ser incapaz de tener las cosas en su sitio por más de 24 horas. Entiendo que del sitio donde tú vienes la gente es cálida y el sol brilla casi siempre en el cielo y que estar aquí a veces no es fácil: sé que echas de menos los abrazos de aquellos que tienes en tu isla, que te gusta dormir y que como tu cama de allí no hay nada. Sé que lo que más contenta te pone es un beso en la nuca de tu madre, ir de compras con tu hermana, pasear en moto con tu hermano, comer en la terraza con vistas al mar de tu padre o simplemente cantar canciones improvisadas con tus mejores amigos. Entiendo que a veces intentar hacer encajar todas las piezas como un puzle no debe ser fácil y que cuando un eslabón no funciona en tu engranaje la maquinaria se pare. Sé que por las mañanas no te gusta hablar, que los domingos te gusta limpiar tu cuarto, encender una vela y dormir todo el día. Que te pone de buen humor cantar frente el espejo con el peine, pintarte las uñas o pasarte horas buscando frases de poetas, escritores o soñadores. Odias que te cambien los planes, que te saquen de tu rutina o que no te dejen dormir siesta. Que se acabe el café cuando quieres tomarte uno, que el butanero pase en la hora de la siesta por debajo de tu balcón o que la serie que te gusta no haya sacado un nuevo capítulo.
También sé que tu mayor temor es sentirte sola, que por no sentir esa sensación has hecho estupideces y te has tirado en los brazos de gente que no merecía tu atención. Que temes abrir tu corazón al amor y que cuando lo haces te vuelves totalmente vulnerable y no aceptas las derrotas ni las historias que no acaban bien. Pero te doy un consejo que a mí me ha servido en muchas ocasiones para espantar los miedos: cuanto más amor das, más recibes y más se condensa a tu alrededor. Que a veces es necesario sentirte solo para darte cuenta realmente que no lo estás y ver que hay muchas personas a tu alrededor que harían cualquier cosa por verte sonreir. Sé que no es tu mejor momento y que en situaciones así te vuelves débil, triste y apática, pero como te conozco mejor que nadie, también te digo que esta no eres tú, que te has permitido el lujo durante muchos días de sentirte menos de lo que eres, de volverte una cobarde. Has permitido que te pise gente por no valorarte a ti misma, pero querida, no gastes fuerzas ni tiempo en alguien que no es capaz de aceptarte tal cual eres. Si alguien no te quiere, mil más lo harán. Cuando salgas mañana, no busques en el sol un motivo para ser feliz, porque es invierno y tal vez llueva. Busca, como siempre, dentro de ti la luz que brilla y haz que ilumine tu día más fuerte que nunca.


Me quiero,
Fa.

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