jueves, 20 de enero de 2011

Solución.

Me miro con recelo desde lo alto de mi desorden, preguntándome si seré capaz de bajar la pirámide de enormes escalones y empezar a organizar toda la montaña de papeles donde me he metido. Escalo cada milímetro de mi pereza, dejando atrás la apatía que me abate incansable y que me pierde en este laberinto con callejones sin salida, pero lo cierto es que una vez escuché, que es estúpido decir que los callejones no tienen salida, siempre puedes volver por donde has entrado y entonces, vuelves a encontrarte frente a frente con el reto que tú misma te has propuesto: salir, cuanto antes posible, de esos matorrales infinitos de hojas y enredaderas. Si depende de mí, no sé que hago sentada, si todo está condicionado por mis decisiones, no sé por qué no estoy ya en proceso. Si todo lo que te rodea lo has construido tú consciente o inconscientemente, se me presenta la dicotomía del agradecimiento y confusión. Adoro ordenar por colores o cronología y eso he hecho toda mi vida, así que necesito cinco minutos, tan solo cinco minutos, para reorganizar los cajones que a estas alturas parecen cariátides inmensas que sostienen un techo poco estable. Para que la torre no se caiga, hay que plantar buenas semillas y eso siempre me mantiene optimista, porque no es difícil hacerlo, ni tampoco mantenerlo a base de riego. El primer paso es ser consciente el segundo, ponerle solución. No te puedes mantener quieta para no hundirte en arenas movedizas, si sabes vivir rodeada de arena y agua es un estado perfecto, pero si prefieres tierra firme o cielo, hay que ponerle solución.




Solo el amor me habla en poesía.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario